Llegia avui a les cartes al lector de la Vanguardia una interessant reflexió sobre la mort, que no per coneguda, no m'ha deixat d'agradar com estava escrita, per la qual cosa em permeto reproduir:
" Lo bueno de morirse es que después de muerto todo el mundo habla bien de ti; lo malo, que dado el estado en que te encuentras tu autoestima no puede mejorar.
Al difunto le solemos minimizar los pecados y exaltar las virtudes. Hasta los más enemigos encontraran alguna bondad en el fallecido. Menos mal que todos los muertos están sordos, porque si no, al escuchar algunas alabanzas se morirían de risa.
Cuando nos morimos todos ganamos en prestigio social y, además, a los más notables y famosos les erigen estatuas o les ponen sus nombres a calles o plazas; lástima que para entonces ya no les haga ilusión.
A todos los muertos se les quiere mucho. Seguramente porque no dan malas contestaciones, son comprensivos, no dan un ruido, y además son generosos, pues nada es suyo.
¿Por qué tendremos tan buena opinión de los difuntos? ¿Será porque ya no nos hacen sombra ni les tenemos envidia? ¿Será por misericordia? ¿O será porque nos volvemos más humanos ante la realidad de la muerte conscientes de que también un día a nosotros nos llegará?"
(Pedro Serrano Martínez -Valladolid)
Situació habitual però que potser no tenim tan clar el perquè. Jo em quedo amb l'última opció, junt naturalment amb la falsedat que puguin amagar certes declaracions per tal de quedar bé en una societat que no accepta facilment les crítiques als què ja no ens acompanyen.
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